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Ceremonia de Grados Posgrados Icesi  – agosto 2022

Rectoría

Muy buenos días, sean muy bienvenidos a nuestra universidad.

Saludo al presidente de la Junta Directiva y vicepresidente del Consejo Superior de ICESI, Francisco Barberi, a Henry Éder, presidente del Consejo Superior, y a todos los miembros de nuestra Junta y Consejo, quienes durante estos años han contribuido tanto a hacer posible el sueño de esta universidad de excepcional calidad, innovadora, conectada con el mundo de las organizaciones y las empresas e incluyente, que es orgullo de nuestra región.

Saludo también, muy especialmente, a Simón Borrero, nuestro invitado de honor, caleño, emprendedor y fundador de Rappi, la empresa insignia de Colombia en el mundo digital.

Saludo a los demás invitados especiales, al Secretario de Educación de Cali, José Darwin Lenis, a la Dra. Claudia Blum, a los decanos, directivos y equipo de nuestra universidad, a los miembros del Consejo Estudiantil, a mis amadas Lina y Emma y todos quienes contribuyeron en el montaje de esta maravillosa ceremonia de grados.

Quiero iniciar por felicitar muy especialmente a los 926 graduandos, así como a sus padres, cónyuges, familiares y amigos, quienes son parte integral de este gran hito en sus vidas y quienes han depositado su confianza en nosotros en estos años. Estamos seguros de que las capacidades, conocimientos, experiencias y relaciones que han desarrollado en ICESI les permitirán seguir floreciendo como personas y profesionales, haciéndoles la vida más rica, libre y productiva y permitiéndoles aportar a la transformación de nuestra ciudad, nuestro país y nuestro planeta.

Celebren con alegría los logros, aprendizajes y experiencias de estos años en Icesi. El grado no es una despedida, sino una celebración, y un rito de paso a nuestra comunidad de cerca de 25.000 graduados dispersos por toda Colombia y el mundo. Ahora ustedes pasan a ser parte de esa comunidad y deseamos que sigan conectados entre ustedes, que se conecten con otros graduados y que el vínculo con la universidad perdure. Queremos seguir siempre cercanos ustedes.

Hoy nos es sumamente grato entregar títulos de pregrado a 520 jóvenes, incluyendo 125 grados con honores (34 Magna Cum Laude y 91 Cum Laude). En posgrado, estamos entregando títulos de maestría y especialización a 406 personas.

En ICESI, trabajamos para que nuestros graduados puedan  florecer y ser exitosos en cualquier lugar del mundo. De los graduandos de pregrado, aparte de que todos salen con dominio del inglés, 96 participaron en programas internacionales en las modalidades de doble titulación, intercambio, misión, práctica internacional y rotación médica. Igualmente, 106 de nuestros estudiantes de posgrados vivieron una experiencia internacional. Entre ellos, hoy se gradúan 11 del MBA Global que tenemos con el A.B Freeman School of Business de la Universidad de Tulane en Nueva Orleans.

Quiero destacar también que hoy se gradúa nuestra primera generación de la Maestría en Atención Integral a la Primera Infancia que va a contribuir a asegurar un mejor futuro para nuestros niños.

De la misma forma, y ratificando nuestro compromiso de ser una universidad socialmente responsable e incluyente, es gratificante para mí contarles que de los 520 graduandos de pregrado hoy, el 48% contó con alguna beca o apoyo de la Universidad. Es notable que de los 125 grados entregados con honores en pregrado, el 40% corresponde a estudiantes becados.

La estrecha relación con nuestros aliados empresariales y sus colaboradores, con familias empresarias, con fundaciones nacionales e internacionales, y con la comunidad ICESI, nos ha permitido avanzar en nuestra misión de tener una Universidad de excelencia e incluyente. El compromiso de estos aliados ha permitido que, desde el año 2.000, y sin incluir los estudiantes apoyados por becas del Estado, 5.000 jóvenes talentosos, de recursos limitados, hayan podido pasar por ICESI y transformar sus vidas y, porque no, las de sus familias, para siempre. Entre los graduandos hoy, por ejemplo, se encuentra Daly Michelle Palomino, quien es beneficiaria de la beca de nuestros profesores, “Icesi para todos”, y hoy obtiene el título de Médica. Daly es un referente para su familia y todo su vecindario de Palmira.

Este legado de solidaridad e inclusión para nuestra región y el país, que seguimos construyendo día a día, nos llena de orgullo. 

Les pido un fuerte aplauso para nuestros 926 graduandos de pregrado y posgrados y para sus padres, cónyuges, familiares, profesores y todos quienes los acompañaron en este formidable logro.

Todos y cada uno de nuestros graduandos son testimonio del impacto que logra la formación integral, de alta calidad y pertinente que constituye la misión central de Icesi y su mayor aporte a nuestra comunidad y a la sociedad.

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Tras los grandes sobresaltos y vicisitudes de los pasados dos años, es un lugar común decir que en Colombia vivimos momentos de cambio. Pero es así. Por primera vez en nuestra historia, el país tiene un presidente de izquierda, sin ambages, quien, en muchos ámbitos, marca francas diferencias con sus antecesores.

Esta circunstancia genera un gran regocijo en una porción grande de nuestros conciudadanos; se sienten vistos, escuchados, representados, casi que por primera vez. Otra parte, también significativa, de la ciudadanía, sin embargo, siente lo contrario: incertidumbre, desazón, incluso temor.   

Personalmente, al margen de mis inclinaciones personales, hace tiempo estoy convencido de que, para alcanzar la madurez, la democracia colombiana necesitaba elegir, más temprano que tarde, a un presidente de izquierda. No solo por lo que ello significa en materia de representatividad para amplios sectores de la población, por lo útil que puede ser allegar nuevas perspectivas a viejos problemas, y por la válvula de escape que representa una verdadera alternancia en el poder para las presiones sociales que inevitablemente se acumulan en un país adolescente con tantas dificultades; sino, también, porque me parece que la puesta a prueba que significa este viraje para nuestra institucionalidad democrática—aún en consolidación—puede ser saludable, y porque estoy convencido que la experiencia de gobierno, que ya no de eterna oposición, contribuirá también a la madurez de la izquierda colombiana. 

Pero el propósito de estas palabras no es entrar en disquisiciones políticas, en las que seguro me enredaría. Solo añadiré que espero que el cambio que se dé sea, por así decirlo, “a la colombiana”; moderado, paulatino, dentro de la institucionalidad, más reformista que revolucionario, construyendo sobre los importantes avances que ha logrado nuestra sociedad.

Me interesa hablarles hoy del ámbito que más me incumbe, y que hoy nos convoca, el de la educación. Me voy a centrar en el de la educación superior que, a pesar de ser el eslabón de la cadena que, en mi opinión, tiene las menores brechas, es, de lejos, el más vociferante, el más politizado y el que más atención mediática recibe.

Vale la pena anotar que buena parte de las brechas que se observan en la educación superior en Colombia son heredadas de las enormes deficiencias de nuestro sistema educativo en sus etapas inicial, básica y media. Tristemente, es en estas primeras etapas de la educación, las que debieran ser universales, donde nuestro modelo le falla a los niños y jóvenes de Colombia. Por eso, no se puede hablar seriamente de educación superior, sin hablar de los eslabones que la anteceden, y las soluciones requieren necesariamente una visión sistémica.

En Colombia, desde 1980, la cobertura bruta de educación superior se ha multiplicado por 6, de menos de 10% de la población en edad de estudiar a más del 50%. Esto representa un salto gigantesco en cobertura y equidad de oportunidades que está transformando y seguirá transformando para bien a nuestra sociedad.  

Para lograrlo, el país se ha apalancado sobre un sistema de educación superior mixto, donde conviven casi 320 instituciones: 86 de ellas oficiales y 230 sin ánimo de lucro de manejo privado. En esto se parece al que es posiblemente el mejor sistema de educación superior del mundo, el norteamericano, conformado por casi 4.000 instituciones, 1.625 de ellas oficiales, 1.660 sin ánimo de lucro de manejo privado y 697 privadas con ánimo de lucro, que tienden a ser las peores y las que más decaen en número.

Este sistema mixto tiene, a mi manera de ver, enormes ventajas. Combina capacidades y fines diferenciados y complementarios del Estado y de la iniciativa privada, moviliza recursos de ambos sectores, permite mayores opciones y libertad de elección, se conecta mejor con los empleadores y organizaciones que demandan talento y conocimiento, y genera una sana competencia que impulsa la innovación, la eficiencia y la calidad. Aunque en este último aspecto, lamentablemente, la exposición a la fricción creativa de la competencia es mucho menor en la universidad estatal que tiene sus ingresos prácticamente asegurados.

No obstante, es innegable que nuestro sistema de educación superior adolece de serios problemas de calidad. Pero es importante enfatizar, sobre todo en estos momentos, cuando en el gobierno y grandes franjas de la opinión pública se tiene a la universidad oficial como una especie de panacea, inherentemente buena o superior por su condición de, entre comillas, pública, que la mala calidad no distingue entre estatales y no estatales. De hecho, en Colombia las universidades estatales tienden a ser peores que las de manejo privado.

Entre las 70 instituciones de educación superior cuyos graduandos presentaron pruebas Saber Pro en 10 o más áreas del conocimiento—es decir, entre las que son verdaderamente universidades o asimilables a éstas—en 2021, solo una de las 10 con los mejores resultados—óigase bien, solo una de las primeras 10—fue estatal, la Universidad Nacional de Colombia. Y solo 5 de las primeras 20 fueron oficiales.

En otras palabras, 9 de las 10 mejores universidades de Colombia por los resultados académicos de sus estudiantes y 15 de las mejores 20 son de manejo privado sin ánimo de lucro. Hago un paréntesis para señalar que, en los últimos 10 años, ICESI siempre ha estado en los 5 primeros lugares de este ranking (quedó 4ª en 2021), es la única de esa categoría con sede fuera de Bogotá y, además, es la que mayor valor agrega, la que mayor mejoría logra, entre las competencias de entrada de sus estudiantes, medidas por los exámenes Saber 11, y las de salida de sus graduandos, evaluadas por las pruebas Saber Pro.

Así mismo, de las 10 peores universidades del país por resultados en las Pruebas Saber Pro, 7 estatales, y 12 de las 20 más malas tienen esa condición. Claro, también hay muchas universidades de manejo privado de mala y mediocre calidad.

Como bien decía el camarada Deng Xiaoping, quien salvó a China de la hecatombe maoísta, “no importa si el gato es blanco (estatal) o negro (no estatal), sino si caza ratones”.

Por esto, y porque consolidar una institución superior de alta calidad es un proceso arduo, riesgoso, costoso y demorado, que va muchísimo más allá de alistar predios y poner ladrillos, y donde priman la calidad de los docentes, el modelo educativo, el diseño curricular y, sobre todo, como en cualquier empresa humana, la cultura de la organización y las capacidades de gestión, un gobierno comprometido con ampliar el acceso a la educación de calidad, entregar competencias y destrezas de valor en el siglo XXI a los jóvenes, y construir una verdadera sociedad del conocimiento, debiera estar enfocado en hacer distinciones por resultados y calidad, y no por modelo de gobierno o gestión.

No sobra recordar que las universidades de manejo privado sin ánimo de lucro tienen cupos disponibles hoy para formar con alta calidad a miles de estudiantes adicionales. Y es importante destacar que éstas ofrecen algunos elementos adicionales muy valiosos que las mejores universidades estatales tienen dificultades en entregar.

El primero es una cercanía mucho mayor con la empresa privada y, por ende, mayor exposición temprana al mundo profesional y un enganche mucho más efectivo con posibilidades laborales. Esto lo demuestran claramente los datos del Observatorio Laboral para la Educación (OLE) del Ministerio, que resaltan la importante brecha entre los salarios de los graduados de universidades de gestión privada sin ánimo de lucro de alta calidad y los de las mejores universidades estatales.  

Y, segundo, las universidades de manejo privado sin ánimo de lucro entregan también una serie de activos y capacidades sociales inmateriales, como el relacionamiento con personas de hogares más pudientes, que resultan determinantes para la movilidad social.

Un estudio publicado el mes pasado en la revista Nature por el profesor Raj Chetty de la Universidad de Harvard y su equipo, estudió las redes de amistades en Facebook de 72 millones de norteamericanos entre los 25 y los 44 años, y concluyó que las amistades con personas de hogares más pudientes tenían mayor incidencia sobre los ingresos de personas provenientes de hogares más pobres que la calidad del colegio al que asistieron, la estructura de la familia en la que se criaron, la disponibilidad de empleo en su comunidad y la composición racial de la misma.

Esta condición “pluriclasista” de universidades de gestión privada de alta calidad como ICESI, también impacta a los estudiantes que provienen de hogares más ricos. Un estudio reciente de la economista colombiana Juliana Londoño, profesora de la Universidad de California en Los Angeles, evidencia como la exposición a compañeros de menores ingresos en la universidad conduce a que los estudiantes de mayores ingresos tengan redes de contactos más diversas, logren un entendimiento más veraz de las condiciones de inequidad social en sus comunidades y, en general, se preocupen más por la ausencia de equidad de oportunidades.

Al disponer entornos diversos para el aprendizaje de alta calidad, con oportunidades para vivir experiencias memorables y construir relaciones significativas, y con conexión cercana con organizaciones y empresas, como lo hace ICESI, ganan los estudiantes, de todos los ámbitos académicos y todas las condiciones socio-económicos, y gana nuestra sociedad.

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Ahora quiero dar paso a nuestro invitado especial del día de hoy, quien es una muestra fehaciente de como la educación de alta calidad, con bilingüismo y perspectiva internacional, y la exposición temprana a referentes y a experiencias prácticas en el mundo de las organizaciones, así como, desde luego, el tesón y el trabajo duro, hacen posible que un muchacho criado en Cali se esté, como dicen ahora, ‘comiendo el mundo’, o, por lo menos, a América Latina.

¡Bienvenido Simón, es un placer tenerte hoy con nosotros!

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